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Carmelo Urso
entiempopresente4@gmail.com
Ysabel Carrión
isabelcarrion07@yahoo.es
Al caminar por nuestros jardines, el afable visitante hallará en el jardín occidental de PDVSA- La Estancia, una frondosa y aromática hilera de cafetos, que impregna nuestros vastos espacios con gratos efluvios.
Sembrado por misiones españolas, llegó a Venezuela el primer cafeto en el año 1730, traído desde Brasil; su cultivo se difundió en la gobernación de Caracas cerca del año 1740, especialmente en la población de Chacao.
En tan bucólico terruño, se multiplicaron las primeras plantaciones cafetaleras del país: las haciendas Blandín, San Felipe Neri, y La Floresta. Se dice que en esta última, regentaba por el presbítero Sojo, tío de El Libertador Simón Bolívar, fue servida e ingerida la primera taza de café en Venezuela. Sus amplios predios, Monumento Histórico Nacional, sirven hoy de sede a PDVSA- Centro de Arte La Estancia.
Hasta principios del siglo XX, el café y el cacao fueron los principales bienes de exportación de nuestro país, los equivalentes vegetales de la actual riqueza petrolera; a esos tres productos, gloriosos sinónimos de venezolanidad en todo el planeta, los une una similar característica: su oscura coloración –matiz que en el simbolismo tradicional significa “la suma de todas las posibilidades y potencialidades” (si alzamos los ojos al Universo, veremos que el color que más cunde en él es el negro).
A partir de la almendra del cafeto, se obtiene una tonificante infusión; los granos tostados y molidos diluyen su sápida sustancia en agua o leche caliente: así se obtiene la bebida más popular del planeta; se le considera vigorizante, estimulante; aunque su ingesta excesiva acentúa males como la hipertensión o la taquicardia, se le han reconocido propiedades terapéuticas para prevenir la diabetes (consumido sin azúcar, por supuesto), el cáncer de colón, el dolor de cabeza, el Mal de Parkinson y la infertilidad masculina.
En otros países, parcos clientes se limitan a pedir “un café” en su establecimiento preferido; en la patria de Bolívar, hacemos gala de variopintas nomenclaturas: “guayoyo”, “negro claro” “negro oscuro”, “tetero”, “café con leche”, “leche con café”, “marrón corto”, “marrón largo”, “marrón claro”, “marrón oscuro” son categorías que definen diversas mezclas y gradaciones para satisfacer a los catadores más disímiles.
isabelcarrion07@yahoo.es
Carmelo Urso
entiempopresente4@gmail.com
Estimado lector o lectora: si transitas por la caminería aledaña al Patio de las Caballerizas de PDVSA-La Estancia, ubicada en Caracas, Venezuela, percibirás un muy agradable aroma, un dulce efluvio que recuerda a cálidos fogones y platos suculentos: se trata del romero, verdeante planta arbustiva con aroma a incienso
Es un condimento ideal para platos fuertes y grasos; puede ser utilizado para sazonar aves asadas; también purifica el ambiente por su grato perfume y, preparado como infusión, es beneficioso para la salud. En la farmacopea naturista se recomienda por sus propiedades digestivas. También es antiséptico y estimulante.
Ciertamente, su fragancia te tentará, pero no sucumbas a sus encantos. Recuerda que por normas de la casa, está prohibido arrancar y maltratar las plantas en este Monumento Histórico Nacional.
No obstante, cuando vayas al mercado, no dejes de adquirir una rama de romero, pues aromatizará tu pollo horneado o una exquisita carne a la parrilla. Y al colocarla en algún espacio de la casa, lo gratificará con un inigualable bouquet.
Vida, amor y fecundidad hallarás en esta gratísima planta, que en los alrededores de La Estancia se encuentra presente.
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